Primeros pobladores

La prehistoria en la Península Ibérica duró desde la aparición de los primeros seres humanos hasta la aparición de los primeros textos escritos. Los restos más antiguos de los primeros habitantes de la Península Ibérica son de hace unos 800.000 años. Se encontraron en el yacimiento arqueológico de Atapuerca, en el norte de España. Durante esta etapa, se produjeron las más importantes pinturas rupestres conservadas en la Península y descubiertas en las Cuevas de Altamira. Esta pinturas prehistóricas se caracterizan por su realismo. En 1985 la cueva fue declarada Patrimonio de la Humanidad.

La última etapa prehistórica coincidió con la colonización de los pueblos mediterráneos por los fenicios, griegos y cartagineses. Se llevó a cabo mediante asentamientos breves porque su interés estaba en comerciar y controlar la explotación de minerales y no tanto en habitar los territorios que colonizaban. El norte de la Península Ibérica fue controlado por los celtíberos. Estos pueblos lucharon en las Guerras Celtíberas contra los romanos. Numancia era una ciudad celtíbera que sirvió como uno de los últimos centros de resistencia contra los romanos. El cerco de Numancia es una tragedia escrita por Miguel de Cervantes que fue inspirida por los hechos históricos.

Aunque la Península Ibérica fue sometida completamente al poder de Roma en el año 19 a. C., la incorporación de la lengua latina y muchas de las costumbres romanas, su economía y arquitectura, se impusieron ya en el 110 a. C. y duraron hasta mediados del siglo III. Los romanos la nombraron Hispania y fue una parte importante del imperio. Incluso, algunos de los emperadores de Roma eran de origen hispano: Trajano, Adriano y Teodosio.

En el año 409, después de la caída del Imperio Romano, tribus germanas invadieron la península. Estas tribus incluían suevos, alanos y vándalos. La invasión más importante fue la de los visigodos. Su capital estaba en Toledo. La orfebrería fue una de las especialidades de los artesanos visigodos.